martes, 15 de marzo de 2011

A VECES ME PREGUNTO

A veces me pregunto, ¿Cómo es que transitando por el mismo camino, con las mismas metas, persiguiendo ideales similares, unos avanzan en su andar mientras otros retroceden o se quedan estancados?

México es y ha sido un país polarizado, donde la brecha entre ricos y pobres se vuelve cada vez mayor, donde la equidad en el acceso a las oportunidades, el bienestar y el progreso económico son tan solo un deseo o un discurso.

Hace tiempo, estando en la boda de un amigo, descubrí un rostro familiar en el mesero que me estaba atendiendo. Se trataba de un muy buen amigo de la infancia. Ambos habíamos crecido en un barrio de clase media baja, habíamos ido a la misma escuela, habíamos compartido risas y juegos. ¡Lo saludé con mucho gusto! Platicamos largo. Descubrí en él a un hombre triste, desmotivado. Me dijo estar preocupado por la situación económica de su familia, me expuso una situación muy desfavorable e injusta. Me despedí sin poder expresarle mi alegría por la vida, mi satisfacción ante lo poco que había logrado.
Me pregunté entonces: ¿En qué punto nuestros caminos se bifurcaron? ¿En qué momento las oportunidades se me habían dado, mientras él seguía atrapado en un círculo de pobreza, angustia e injusticia?
Recordé que yo crecí de la mano de un padre que conociendo las ventajas de la tecnología, nos acercó a ella desde muy temprana edad. Que convencido de que el camino hacia el progreso y la libertad comienza en la educación, nos acercó a los libros y al conocimiento. No sé en qué medida, pero estoy seguro de que esta circunstancia fue un factor importante que marcó diferencias en mi desarrollo.

Mi experiencia de vida, mis investigaciones y mi trabajo, pero sobre todo mis sueños, me han permitido llegar a la conclusión de que si ayudamos a la gente a conocer y utilizar la tecnología como herramienta para mejorar su calidad de vida, el camino hacia el desarrollo humano será una realidad.
La oportunidad está en nuestras manos y está en un mundo que ha cambiado de manera vertiginosa, donde el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones se ha convertido en una condición para el desarrollo económico y social de nuestros pueblos.
Sin embargo, veo con tristeza que México no ha entendido el mensaje. Veo con preocupación que seguimos aletargados, aferrados, pendiendo de hilos viejos y desgastados que en cualquier momento se pueden trozar. Seguimos viviendo en el pasado, temerosos de mirar hacia el futuro.
¡Es momento de despertar! Gobierno, sociedad, empresas e instituciones educativas, somos tanto protagonistas como productores del cambio. Cierto es que uno de los graves problemas que el país ha enfrentado históricamente, ha sido un exacerbado presidencialismo y la hegemonía de una clase política arcaica, cuya indolencia los vuelve apáticos e insensibles a las necesidades de un pueblo que quiere despertar.
Por lo que, considero que el movimiento debe comenzar desde la sociedad civil. El primer paso debe consistir en desprendernos del paternalismo que se ha enraizado en nuestra sociedad como una plaga aleccionadora, que nos ha vuelto a los ciudadanos pasivos e inconcientes. Para ello es necesario comprender la oportunidad que nos brinda la democracia, más no entendida como el simple acto de votar u opinar, sino y sobre todo como la acción de participar en la toma de decisiones.

Estoy plenamente convencido de que el movimiento que la ciudadanía debe emprender, se puede lograr de manera más eficiente y efectiva a través de las ventajas que las nuevas tecnologías nos ofrecen.
Justo en este tiempo histórico, estamos siendo testigos privilegiados de lo que ocurre en Medio Oriente, donde se están gestando revoluciones desde la sociedad civil. Estos movimientos que podrían haber tardado décadas, han sido rápidos y posiblemente menos costosos en cuanto a dolor y sangre, gracias al uso de las redes sociales en Internet.
Así como estas sociedades aparentemente lejanas, México necesita una revolución. Pero no me refiero a una revolución que pretenda derrocar un régimen, sino algo mucho más profundo: Hablo de un cambio en las formas de entender el poder de la gente. Hablo de un movimiento que nos lleve a transitar por el sendero de la equidad y la justicia social, desde una perspectiva progresista y no separatista.

En resumen, sueño con una sociedad mexicana educada, culta, que hace uso de las ventajas que las nuevas tecnologías ofrecen, que escucha, que habla, pero sobre todo que participa, que construye la democracia con sus actos y no con sus opiniones, una sociedad   que sabe lo que quiere, que es conciente de que el mundo ha cambiado y aprovecha las potencialidades que el proceso de mundialización ofrece. A veces me pregunto, ¿habrá quien piense que esto no es posible?