miércoles, 4 de mayo de 2011

LLAMADO

A partir de la responsabilidad que México ha asumido a nivel internacional como suscriptor de la Declaración de la Cumbre de Naciones Unidas que en uno de sus puntos tiene como objetivo encaminar a los países hacia la Sociedad de la Información, nos congratulamos en anunciar que al fin México ha logrado desarrollar una Agenda Digital Nacional (ADN).
Recordemos que una Agenda Digital es un conjunto de políticas públicas basadas en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs), encaminadas a contribuir al desarrollo económico y social del país, mejorar la calidad de la educación, incrementar la transparencia, aumentar la productividad y competitividad, y hacer mejor gobierno mediante mayor participación y compromiso ciudadano. Es por tanto el timón que da rumbo y alienta el compromiso de todos los sectores involucrados.
En este sentido, cabe mencionar que la serie de acciones que ahí se establecen, emanan del trabajo conjunto entre cámaras y asociaciones empresariales, el Congreso y la Academia. Ahora falta que el Gobierno Federal asuma su responsabilidad y tome el rol protagónico que debería tener al convertirse en el capitán que coordine los esfuerzos de los actores que toman parte.
A propósito, ya he comentado ampliamente que los servicios de telecomunicaciones en nuestro país son extremadamente caros y malos.  He hablado también de la corresponsabilidad de gobierno y empresas privadas en el asunto. En esta ocasión he querido completar el cuadro de actores haciendo un llamado a la sociedad en general.
Y es que los altos costos y el mal servicio brindado por los operadores además de golpear al desarrollo y competitividad del país, es al consumidor a quien directamente afecta. Por tanto, algunos colegas que gustamos de estos temas, hemos llegado a la conclusión de que el ciudadano debe tomar su responsabilidad y no esperar a que el gobierno lo haga, porque esto probablemente no suceda.
Es necesario concientizar a los ciudadanos, de que en un mundo tendiente a la Sociedad de la Información, el acceso a las TICs es un derecho tan sustancial como todos aquellos que consideramos básicos y elementales. ¡Por tanto debemos exigirlos!
Vemos el caso de otros países, donde los ciudadanos son los que exigen, ¡los que imponen! En otras palabras, los que tienen el sartén por el mango, mientras que en México son los oferentes u operadores los que controlan la situación ante la ineficacia del  gobierno que no puede –o no quiere- regular a los que yo llamo “irregulables” (normalmente “regulados”).
Muchos de ustedes se preguntarán ¿Cómo puede el ciudadano común involucrarse? Sin duda la mejor opción es asociarnos como consumidores de telecomunicaciones, no solo con los internautas sino también con usuarios de telefonía celular, fija y televisión de paga con la intención de convertirnos en un verdadero contrapeso del oligopolio de empresas que controlan el mercado, ello también nos permitirá convertirnos en interlocutores más fuertes frente a las autoridades.
Y es que ante un juego de pesos y contrapesos, el ciudadano es el que menos importa. Nos enfrentamos ante un servicio de internet lento y caro, fallas constantes (sobre todo de los teléfonos móviles) y no hacemos nada. Somos los ciudadanos quienes pagamos por el servicio y a cambio no puedo creer que no seamos capaces de exigir eficiencia, calidad y precio.
Sea pues este escrito un llamado a los consumidores y a la ciudadanía en general. Formemos un frente común y seamos conscientes tanto de nuestras responsabilidades como de nuestros derechos, es decir, que si asumimos la responsabilidad de pagar por un servicio, exijamos también nuestro derecho a la calidad y los bajos costos.
Gobierno, empresas y ciudadanos, estamos llamados a ser parte del juego. Asumamos cada uno nuestro papel con firmeza, conciencia y responsabilidad.

jueves, 14 de abril de 2011

CONECTIVIDAD Y MÁS CONECTIVIDAD

En al artículo anterior expresé mi absoluto convencimiento sobre la necesidad de enseñar a las personas a conocer y utilizar las ventajas que las tecnologías de la información y la comunicación proporcionan. Sin embargo, la urgencia sobre dar ese paso hacia la Sociedad de la Información, es una reflexión o si se quiere, un deseo que ya se ha expresado a través de otras muchas bocas y plumas.
Dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, sustraídos de la Declaración aprobada por los líderes mundiales en la Cumbre de Naciones Unidas realizada en 2000, se establece lo siguiente: “En colaboración con el sector privado, velar por que se puedan aprovechar los beneficios de las nuevas tecnologías, en particular de las tecnologías de la información y de las comunicaciones”. (Objetivo 8, Meta 8F)
México, como suscriptor de dicha Declaración, ha adquirido el compromiso ineludible con la comunidad internacional, de dar los pasos necesarios para transitar hacia la Sociedad de la Información. Uno de los indicadores fundamentales para conocer el progreso en el cumplimiento de este objetivo se establece en la meta 8.16, el cual se refiere a la cantidad de usuarios de Internet por cada 100 habitantes.

Haré un pequeño paréntesis en esta línea de pensamiento para explicar algunos conceptos básicos que se requieren al abordar estos temas: El primero es “banda ancha”, que se refiere a la conectividad a internet de “alta velocidad” (entrecomillado porque a veces es difícil establecer qué es alto y qué es bajo, dependiendo del contexto, los requerimientos, las aplicaciones, el país, año de referencia, etc.). El segundo término que deseo evocar es el de “penetración de banda ancha”. Este se refiere a la cantidad de suscriptores o conexiones a internet de “alta velocidad” que existen por cada 100 habitantes. Y el tercer concepto es el de “internautas”, que se refiere a las personas que utilizan internet.
A su vez, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) puede ser problematizado a través de tres pilares que las pongan al servicio del desarrollo económico y social: 1) Conectividad. Que puede ser medida por el número de accesos a Internet de banda ancha, número de hogares conectados, número de internautas, velocidad de las conexiones a internet disponibles, entre otros. 2) Contenidos. Entendido en términos del acceso a la información y el conocimiento que los usuarios tienen, así como los servicios y aplicaciones a los que se puede acceder a través de la red, y 3) Apropiación. Refleja la manera en qué el usuario hace suya la tecnología y la medida en que aprovecha sus potencialidades.
Aunque en las siguientes entregas haremos referencia a los demás pilares, es necesario comprender que la conectividad es la vía más rápida y oportuna para llegar a la gente, ya que es requisito sine qua non para que se den los otros dos, y por lo tanto para transitar hacia la Sociedad de la Información, por lo que sin duda, debe ser el primer tema a resolver en la agenda de las políticas públicas.

Pese a lo anterior, México es un país con servicios de telecomunicaciones extremadamente caros y malos, pese a que las empresas líderes en este rubro se empeñen en afirmar lo contrario.
Según la Encuesta Sobre la Disponibilidad y uso de las TICs 2010 de INEGI, en el país sólo 6.3 millones de hogares (22.2%)[1] cuentan con acceso a internet. En comparación con los países de la OCDE y otros con los que competimos, tenemos una bajísima cantidad de internautas: 32.8 millones (menos del 30% de la población), mientras que en los países europeos el acceso a banda ancha cubre hasta un 80% de la población. Comparativamente, el precio mensual promedio de la banda ancha por megabite por segundo en México es de USD 26.03, ante apenas USD 1.30 en Corea[2], ubicando a nuestro país en el último lugar de la tabla. O visto desde otra perspectiva, el promedio de lo que una familia en los países miembros de la OCDE gasta en el acceso a internet para su hogar representa el 1% de su ingreso, mientras que en México representa el 12%. No hay ninguna duda ni es tema de discusión. Es más claro que el agua: El acceso a internet en este país es ¡extremadamente caro!
Por si fuera poco, el ranking global del Foro Económico Mundial sobre Tecnologías de la Información 2010 coloca a México en la posición 78 de 133 países evaluados, muy por debajo de Uruguay, Colombia y Panamá. Y ¿qué creen?: Mucho influyen nuestros pésimos números en conectividad.

Me parece que más allá de los altos costos, debemos centrarnos en el problema de la infraestructura y el mercado, factores en los que encontramos una especie de nudo gordiano aparentemente difícil de resolver. Por una parte, México cuenta con una infraestructura ineficiente e insuficiente que imposibilita un acceso pleno a la red, por otra, tenemos un mercado de operadores de pésima calidad, que justifican la ineficiencia de sus servicios en que el costo de construcción de infraestructura es muy elevado, comparado con la demanda y el poder adquisitivo de los usuarios.
Se dibuja ante nosotros un escenario de responsables que se culpan los unos a los otros. Ante la incapacidad de los servicios privados de telecomunicaciones, el gobierno se convierte en el actor ineludible que debe asumir su responsabilidad en la resolución del problema.
Su actuación sin embargo, debe ir más allá de la mera regulación que establezca las reglas del juego en el mercado, antes bien, debe procurar la solución inmediata a través de la inversión directa en infraestructura. Para ello, es necesario que el gobierno entienda de una vez, que el acceso a Internet es un derecho inalienable y que tiene la obligación de proveerlo a la sociedad tanto como cualquier otro servicio público destinado a la satisfacción de una necesidad básica.
Garantizar el acceso de los ciudadanos a las tecnologías de la información, no es pues un asunto de mercado, sino por definición, un tema de política pública. Desde mi humilde perspectiva, la intervención del Estado no es solo necesaria, sino irreductible.
Tal parece que el gobierno se encuentra convencido de que cualquier intervención en los asuntos de las empresas privadas que manejan las telecomunicaciones en nuestro país, puede ser un desacierto político y económico. Esta creencia tan arraigada en las cúpulas decisorias, ha hecho del nuestro un gobierno timorato que no solo no asume su responsabilidad, sino que además busca las excusas para no hacerlo.
Por ello, es necesario entender que el invertir en telecomunicaciones no convierte a nuestro país en un Estado paternalista ni le otorga un carácter populista. Por el contrario, puede ser una gran oportunidad para proyectarlo a nivel internacional como un gobierno conocedor de su realidad, conciente de su responsabilidad y eficiente en su actuación.
Nos hemos propuesto hacer un llamado a los actores involucrados, pero también ofrecer una crítica constructiva -aunque mis declaraciones en este escrito demuestren lo contrario- acompañada de prospectiva. Lo que también me he propuesto es no inundar o atosigar con el cúmulo de ideas que he querido compartir a través de este espacio.

Prometo -como me he prometido a mí mismo- que en las próximas entregas ofreceré una serie de propuestas que lejos de críticas excesivas y destructivas, estén encaminadas a construir un mejor país para todos.


León David Pérez Hdez.

[2] Fuente: OECD Broadband Statistics. Disponible en http://www.oecd.org Costos calculados con datos de octubre de 2009.

martes, 15 de marzo de 2011

A VECES ME PREGUNTO

A veces me pregunto, ¿Cómo es que transitando por el mismo camino, con las mismas metas, persiguiendo ideales similares, unos avanzan en su andar mientras otros retroceden o se quedan estancados?

México es y ha sido un país polarizado, donde la brecha entre ricos y pobres se vuelve cada vez mayor, donde la equidad en el acceso a las oportunidades, el bienestar y el progreso económico son tan solo un deseo o un discurso.

Hace tiempo, estando en la boda de un amigo, descubrí un rostro familiar en el mesero que me estaba atendiendo. Se trataba de un muy buen amigo de la infancia. Ambos habíamos crecido en un barrio de clase media baja, habíamos ido a la misma escuela, habíamos compartido risas y juegos. ¡Lo saludé con mucho gusto! Platicamos largo. Descubrí en él a un hombre triste, desmotivado. Me dijo estar preocupado por la situación económica de su familia, me expuso una situación muy desfavorable e injusta. Me despedí sin poder expresarle mi alegría por la vida, mi satisfacción ante lo poco que había logrado.
Me pregunté entonces: ¿En qué punto nuestros caminos se bifurcaron? ¿En qué momento las oportunidades se me habían dado, mientras él seguía atrapado en un círculo de pobreza, angustia e injusticia?
Recordé que yo crecí de la mano de un padre que conociendo las ventajas de la tecnología, nos acercó a ella desde muy temprana edad. Que convencido de que el camino hacia el progreso y la libertad comienza en la educación, nos acercó a los libros y al conocimiento. No sé en qué medida, pero estoy seguro de que esta circunstancia fue un factor importante que marcó diferencias en mi desarrollo.

Mi experiencia de vida, mis investigaciones y mi trabajo, pero sobre todo mis sueños, me han permitido llegar a la conclusión de que si ayudamos a la gente a conocer y utilizar la tecnología como herramienta para mejorar su calidad de vida, el camino hacia el desarrollo humano será una realidad.
La oportunidad está en nuestras manos y está en un mundo que ha cambiado de manera vertiginosa, donde el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones se ha convertido en una condición para el desarrollo económico y social de nuestros pueblos.
Sin embargo, veo con tristeza que México no ha entendido el mensaje. Veo con preocupación que seguimos aletargados, aferrados, pendiendo de hilos viejos y desgastados que en cualquier momento se pueden trozar. Seguimos viviendo en el pasado, temerosos de mirar hacia el futuro.
¡Es momento de despertar! Gobierno, sociedad, empresas e instituciones educativas, somos tanto protagonistas como productores del cambio. Cierto es que uno de los graves problemas que el país ha enfrentado históricamente, ha sido un exacerbado presidencialismo y la hegemonía de una clase política arcaica, cuya indolencia los vuelve apáticos e insensibles a las necesidades de un pueblo que quiere despertar.
Por lo que, considero que el movimiento debe comenzar desde la sociedad civil. El primer paso debe consistir en desprendernos del paternalismo que se ha enraizado en nuestra sociedad como una plaga aleccionadora, que nos ha vuelto a los ciudadanos pasivos e inconcientes. Para ello es necesario comprender la oportunidad que nos brinda la democracia, más no entendida como el simple acto de votar u opinar, sino y sobre todo como la acción de participar en la toma de decisiones.

Estoy plenamente convencido de que el movimiento que la ciudadanía debe emprender, se puede lograr de manera más eficiente y efectiva a través de las ventajas que las nuevas tecnologías nos ofrecen.
Justo en este tiempo histórico, estamos siendo testigos privilegiados de lo que ocurre en Medio Oriente, donde se están gestando revoluciones desde la sociedad civil. Estos movimientos que podrían haber tardado décadas, han sido rápidos y posiblemente menos costosos en cuanto a dolor y sangre, gracias al uso de las redes sociales en Internet.
Así como estas sociedades aparentemente lejanas, México necesita una revolución. Pero no me refiero a una revolución que pretenda derrocar un régimen, sino algo mucho más profundo: Hablo de un cambio en las formas de entender el poder de la gente. Hablo de un movimiento que nos lleve a transitar por el sendero de la equidad y la justicia social, desde una perspectiva progresista y no separatista.

En resumen, sueño con una sociedad mexicana educada, culta, que hace uso de las ventajas que las nuevas tecnologías ofrecen, que escucha, que habla, pero sobre todo que participa, que construye la democracia con sus actos y no con sus opiniones, una sociedad   que sabe lo que quiere, que es conciente de que el mundo ha cambiado y aprovecha las potencialidades que el proceso de mundialización ofrece. A veces me pregunto, ¿habrá quien piense que esto no es posible?